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  • Foto del escritorAlejandra Pintos Anelo

Resulta que no me vestía solamente para mí misma



Los artículos sobre la cuarentena abundan. Que por qué es importante mantener una rutina, cómo nos está afectando el sueño, las consecuencias emocionales del encierro y cómo combatir a las mosquitas de la fruta que nos tienen bajo asedio. Personalmente, estoy un poco cansada de leer sobre el aislamiento, prefiero la negación y el escapismo —cada uno lidia con las cosas como puede—. Pero es verdad que es una situación sin precedentes que seguramente nos transforme como personas y como sociedad, o eso espero. Así que acá va mi aporte.


Uno de los primeros mitos que derribé estando confinada voluntariamente en mi apartamento es que "me visto para mí misma". Creo que esta frase es una mentira que nos repetimos varios, en parte para distanciarnos de las víctimas de la moda o de quienes se visten sólo para resaltar su cuerpo increíblemente trabajado. Yo me veía en un escalafón superior, convencida que mi relación con la ropa era independiente a la mirada del otro, que era una cuestión personal. Por eso, también, me vanagloriaba de usar prendas que no siempre resultaban convencionalmente sentadoras.


Pero lo cierto es que estando sola en casa realmente descubrí cómo me visto cuando me visto para mí. Lo podría describir como un matrimonio feliz entre comodidad y estética. Por ejemplo, me encontré optando a diario por pantalones con un aire sastrero, sueltos y con cordones en la cintura. Ideales para la rutina de la cama al living. Eso sí, todo tiene que combinar y en eso no cedo. Por suerte, mi ropa tiende a ser blanca, negra, gris o roja, entonces no me resulta demasiado difícil. De niña era igual, no podía soportar que mi ropa no combinara o estuviera manchada, aunque se tratara de un pijama.


Más allá de redefinir mi estilo personal, lo que confirmé en esta cuarentena es el aspecto performativo de la moda. El término fue acuñado por John L. Austin y lo han usado varios filósofos y teóricos, desde Judith Butler (vinculado al género) a Jacques Derrida y lo descubrí recientemente en el libro Trick Mirror de Jia Tolentino. "Las personas se comportan como actores en sus relaciones sociales que se esfuerzan permanentemente, a lo largo de toda su vida social, para transmitir una imagen convincente de sí mismos frente a los diversos auditorios a los que se enfrentan (la familia, los amigos, la escuela, la oficina, etc.). No importa lo que uno sea realmente, sino lo que se logra aparentar", explican en este sitio.


Por más que me encantaría creer que me visto exclusivamente para mí misma, lo cierto es que también me visto para una audiencia. Porque la mirada del otro también construye nuestra personalidad. Nunca me importó si se me marcaba la cintura o el busto, pero sin duda estaba buscando generar una impresión en el otro.


Es así que cuando voy a un evento vinculado a la moda, entro en modo pavo real y me visto de forma extravagante, porque quiero que piensen que no soy básica, que tengo buen gusto, que soy original. También quiero creérmelo yo, claro. En cambio, cuando voy a una reunión donde me voy a encontrar con gente que me conoce desde la adolescencia, prefiero algo más sutil, porque sé que no voy a tolerar los comentarios del estilo "ahí viene la fashionista", entonces me amoldo a lo que creo que es más accesible para ellos.


En ese sentido, el otro día estaba viendo un video de Youtube sobre cómo encontrar tu propio estilo y me puse a pensar en que no existe un estilo en singular, todos somos un pastiche de varias corrientes estéticas, personalidades, que navegamos según nuestro ánimo ese día y lo que queremos transmitir a una audiencia puntual.

A la conclusión a la que llegué es que no importa si me visto para mí, para los demás o para los dos, lo que quiero cuando vuelva a salir es que cada día valga la pena en la medida de lo posible. La cuarentena me dejó sedienta de moda, navegando entre tiendas online y fantaseando con los atuendos que voy a usar cuando salga a tomar un café o vaya a trabajar. Me encantaría, de ahora en más, vestirme no por una cuestión de necesidad o rutina sino para experimentar, para divertirme, para convertirme en alguien más aunque sea por un rato.

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