Foto de portada: Michelangelo Pistoletto, Venus of the Rags, 1967
Hace un par de años me propuse consumir de la forma más amigable con el ambiente posible. Sé que probablemente mis decisiones no tengan un impacto demasiado grande, teniendo en cuenta que tan solo 100 empresas son responsables del 71% de las emisiones de dióxido de carbono, pero me resulta imposible reconocer que hay un problema y simplemente ignorarlo. El cambio climático es real y está a punto de ser irreversible, pero no estamos haciendo lo suficiente para evitarlo.
Entonces, cuando compro algo evito los contenedores de plástico, los sorbitos, las bolsas. Mi consumo de carne es muy esporádico y compro frutas y verduras de estación, cosechadas por proveedores locales. Si se me rompe algo, procuro buscar si tiene arreglo antes de descartarlo. Me muevo principalmente a pie o en transporte colectivo. También separo los residuos. Diría que dentro de todo, voy bastante bien. Pero tengo un problema: me gusta mucho la moda.
Si llevar un estilo de vida sustentable me resulta fácil en la mayoría de los sentidos, a la hora de consumir ropa se me hace cuesta arriba. Tengo claro que el modelo de la moda rápida es dañino para el ambiente y, francamente, para nuestra salud mental. Entiendo que en lugar de comprar mucho y de mala calidad, lo mejor es comprar menos pero bueno, que dure para siempre.
Y es ahí donde radica mi principal obstáculo.
Entiendo por qué una prenda hecha de tal manera que se le paga un salario justo a quienes intervienen en el proceso y con buenos materiales, es cara. Creo que está bien que así sea, pero en la mayoría de los casos no tengo el dinero para pagarlo (el salario de los periodistas está muy sumergido, no sé si sabían). Por eso muchas veces me veo tentada a comprar en tiendas de fast fashion —alguna de esas veces caigo, no lo voy a negar—. Lo justifico diciendo que no puedo permitirme otro tipo de consumo y que, de última, es algo que necesito y voy a usar muchas veces, lo que hace que esté mal, pero no tan mal (como dice el meme de Guido Kaczka).
Pero cuando terminé de autoengañarme me empecé a cuestionar si el concepto que yo asocio a la sustentabilidad no tiene un componente clasista. Porque, ¿cómo le voy a cuestionar a alguien que gana 20.000 pesos que compre botas de cuerina y no de cuero? ¿Con qué autoridad moral le digo que ahorre —o peor, se endeude— para comprar algo mejor? Y, por otro lado, ¿qué pasa con los ricos que compran cientos de prendas al año consumiendo muchos más recursos naturales? ¿Si es de fuentes "sustentables" está todo bien?
Con estas dudas le escribí a Lucía López, diseñadora textil especializada en sustentabilidad, y ella me contestó muy amablemente por correo.
1. ¿Creés que lo que entendemos como sustentabilidad tiene un componente clasista?
La sustentabilidad no es clasista, al contrario, es integración. Es la búsqueda de un sistema equilibrado donde los ecosistemas naturales y la acción humana conviven de forma balanceada. Ahora, entiendo tu pregunta sobre todo en el área de la moda, porque el actual sistema de la moda es casi opuesto a este balance. El actual sistema de la moda es depredador y para integrar la sustentabilidad realmente se necesitan cambios radicales.
Ahora, es innegable que la sustentabilidad es necesaria, el discurso de la sustentabilidad es políticamente correcto y esto resulta muy atractivo para muchas empresas. En moda, producir productos de bajo impacto ambiental tiene un alto costo. ¡Pero este es el costo real! Esto es algo que es muy importante entenderlo. La ropa de bajo costo, o accesible está llena de externalidades, es decir, que alguien más está pagando por lo que tú no pagas, ya sea degradación de ecosistemas o explotación de mano de obra. Entonces es entendible que las marcas de lujo hayan sido las que han implementado procesos sustentables con mayor facilidad, porque sus productos e imagen de marca ya se asocian a un gran valor agregado.
2. ¿Cómo se puede consumir de forma más sustentable cuando tenés ingresos bajos? ¿No es un poco condescendiente decirle a alguien que tiene un ingreso mínimo que ahorre o se endeude para comprar algo que está fuera de su alcance?
La segunda pregunta está asociada al concepto que tenemos de sustentabilidad, que de alguna manera se vuelve una eterna contradicción. Muchos creen que es posible que la moda sea sustentable manteniendo los flujos de producción y consumo actuales, implementando modificaciones a nivel tecnológico o sustituyendo materiales. Yo no creo que esto sea posible, ya que la base del problema se encuentra tanto en la producción como en el consumo. Si no dejamos de ver a la moda como un surtidor infinito de prendas descartables no lograremos nunca un equilibrio. Sustentabilidad y cambiar de look todos los meses no van de la mano (salvo que haya un sistema de rotación circular de prendas), no importa si te vistes de pies a cabeza en algodón orgánico, eso implica consumo de recursos y los recursos tienen un límite.
Si tenés ingresos bajos o altos, el camino es el mismo: dentro de tus posibilidades consumir poco y de buena calidad. El problema es que para esto es necesario que el consumidor pueda distinguir entre un tejido de algodón de buena calidad y uno de mala, entre un tejido que se llenará de pilling en la segunda puesta y uno que durará años, y esto es un proceso de educación que llevará años. Mientras, es importante que cada uno reflexione sobre estos aspectos y cuestione la moda como tal y vea hasta dónde está dispuesto a llegar, eso ya es suficiente en muchos casos. Por supuesto que esto no es lo mismo en un contexto de bajos recursos, ahí hay otras prioridades. Siempre hay que contextualizar.
3. Creo que muchas veces la "culpa" de la contaminación se pone en el consumidor en lugar de en las fábricas o los gobiernos que deberían regular. ¿Cuál es tu opinión?
Sí, esto es un círculo vicioso, entiendo que la respuesta está en que el cambio debe ser sistémico, todos los actores deben comprometerse y trabajar en sinergia. Quién tiene mayor responsabilidad es un debate que se ha dado en los últimos años y no tiene una clara respuesta, por supuesto no creo que deba recaer en el consumidor, pero lo que está claro es que todos los que tenemos la posibilidad, tenemos que pensar cómo desde nuestro lugar podemos aportar al cambio. ¿Qué soy? ¿Docente, diseñadora, periodista, transportista, fabricante, consumidor? ¿Cómo puedo aportar dentro de mis posibilidades? El estado y los productores son claves, pero también el cambio del consumidor, es un engranaje que no se activa si alguna de las partes está trancada. Además el consumidor es muy potente, porque no olvidemos que todos somos consumidores.
Después de leer las respuestas de Lucía llego a la conclusión que, al menos en mi caso, el problema no es que "me tengo que comprar un jean pero no tengo plata para pagar uno de una marca local", el problema es que a veces no tengo que comprar ese jean. Con los que hay en mi placard me alcanza. La necesidad de consumir es lo que tengo que cambiar.
De todas formas sé que no siempre es así. Por ejemplo, hace poco me escribió una amiga que realmente necesitaba comprarse ropa. Su presupuesto eran 3.000 pesos. Con eso podía comprarse una prenda fabricada a nivel local, tres de moda rápida o —lo que terminamos haciendo— gastar un tercio del presupuesto y comprar cinco de segunda mano. Y sí, es más difícil encontrar piezas de segunda mano que tengan un estilo actual y estén en buenas condiciones, es mucho más fácil ir al shopping. Pero creo en la importancia de ser imperfectamente sustentable y la comodidad es algo que estoy dispuesta a sacrificar.
Sé imperfectamente vegano. Imperfectamente cero residuo. Imperfectamente libre de plástico. Imperfectamente sustentable. Porque hacer pequeños cambios conscientes es mejor que no hacer ningún cambio.
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