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  • Foto del escritorAlejandra Pintos Anelo

Mi problema con la cultura del fitness

"¡Sonríe, quiero que sonrías! ¡Hazlo sonriendo! ¡Que nadie te apague! ¡Wooo!", dice la fitfluencer mexicana Bárbara de Regil mientras salta de un lado al otro cruzando y descruzando las piernas. Ella está extasiada, energizada, mira a la cámara y siento que me habla a mí, que me quiere convencer de algo. Pero su entusiasmo se da contra una pared.


No soy la única a la que le genera entre rechazo y gracia, porque este video se hizo viral gracias a un montaje de Niko Evans en el que mientras Bárbara se ejercitaba, él asentía y comía dulce de leche. No deja de ser cómico, pero la realidad de la que habla es bastante oscura.


La cultura del fitness no es algo nuevo en sí, todos hemos visto los videos de ejercicios de los ochentas (los de Jane Fonda son mis preferidos), pero desde la aparición y masificación de las redes sociales, se ha ampliado y arraigado mucho más. Abundan los fitfluencers –un acrónimo de fitness e influencers– que se dedican a compartir dietas y ejercicios en sus perfiles de Instagram, además de promocionar desde equipos deportivos hasta batidos protéicos. Es un estilo de vida, pero también es una forma de generar dinero.


Es un estilo de vida, pero también es una forma de generar dinero.

Ella, la que ejercita, la que tiene que sonreír y estar perfecta, es mujer. Él, que es gracioso, come dulce directo del pote. Claro que la presión por tener el cuerpo ideal le pesa a todos, pero sobre todo al género femenino. Mientras que en el caso de los hombres el marketing se enfoca en aumentar la musculatura —y por ende ingerir más proteínas—, para las mujeres es "imprescindible" contar las calorías, controlar la ingesta y estar cada vez más pequeñas."La obsesión con el físico se convierte en una medida efectiva de control social de género, autoimpuesto, pero funcional a la ideología y a la economía del capitalismo patriarcal", explican las autoras del artículo académico The mass marketing of disordered eating and Eating Disorders: The social psychology of women, thinness and culture.


Las fotos de sus cuerpos perfectos, trabajados, compactos van acompañados de frases inspiradoras, al estilo: "Hoy es el primer día del resto de tu vida". Kayla Itsines, entrenadora australiana que se hizo famosa por su plan bikini body guide (como si el resto de los cuerpos no fueran aptos para bikini), publicó un detalle de sus abdominales con el texto: "Recuerda que tu recorrido es tuyo y de nadie más, no te compares con otros". Pero, ¿cómo no compararse con ella?



Y aun peor, ¿cómo no compararse con los antes y después que publican? El antes es la peor versión de la mujer, la triste, la vaga, la desagradable. El ahora, en cambio, es feliz y activa y ya alcanzó todas sus metas. Si me veo como la primera seguro hay algo que no está bien conmigo, sin importar que yo me sienta bien o no, seguro tengo que cambiar, que evolucionar, tengo que lograr ser flaca. Marika Tiggemann, una científica australiana, hizo la prueba de mostrarle a dos grupos de mujeres imágenes de Instagram. Al primero le mostró de viajes, al segundo de fitness. Este último reportó una menor autoestima en relación a su cuerpo luego de ver las fotos.


Hace unas semanas Adele publicó una foto para celebrar su cumpleaños y en ella se hacía notorio que había bajado de peso. Enseguida se volvió trending topic en Twitter y varias personas escribieron algo así como que esa imagen era la prueba de que si te esforzás todo es posible. No sus discos, ni sus premios. El hecho de que adelgazara es lo más notable de su carrera y se celebra como una victoria sin saber qué hay detrás. ¿Y si está flaca porque está deprimida? ¿O porque finalmente cedió ante las presiones de la industria musical? ¿Por qué la pérdida de peso siempre es digna de ser celebrada?


Es verdad, hay una cuestión de salud y el mantener una vida activa y una dieta balanceada es lo mejor para nuestros cuerpos. Y seguramente hay quienes encuentran un grupo de apoyo en una comunidad online, pero la línea entre lo motivacional y lo tóxico es muy delgada (sobre todo cuando hay influencers que no están capacitados para dar consejos o armar rutinas y sin embargo lo hacen). La obsesión con el fitness no creo que sea sana, incluso en algunos casos es una forma de trastorno alimenticio socialmente aceptado.


"Entraba en pánico cada vez que comía algo que no era saludable", contó una chica que transformó su cuerpo gracias al plan de Kayla Itsines.


Esa no es forma de vivir.

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